Tras un año del servicio de residencia en el Palacio de Valparaíso, continuamos con la formación del equipo profesional en las distintas áreas. En esta ocasión, durante el mes de mayo han tenido la oportunidad de profundizar de una manera especializada en las demencias, su evolución, sintomatología e intervención, para después centrarse de una forma más específica en las alteraciones de conducta. Y lo han hecho bajo la tutorización de las psicólogas de la Asociación Laura Manteca y Elvira Martín.
Aunque muchos de ellos ya contaban con experiencia en el ámbito residencial y en el trabajo con mayores, se ha tratado de refrescar conceptos y complementarlos con estos conocimientos. “La formación ha sido teórica-práctica, ya que el objetivo no era tanto ofrecer un contenido para memorizar, sino darles las herramientas adecuadas para que ellos mismos llegaran a ciertas conclusiones”.
Esto se ha conseguido a través de dinámicas de grupo, ejercicios prácticos y preguntas que diesen lugar a la reflexión; “el objetivo era que entendieran cómo puede vivir una persona con demencia, que se pusieran en su piel y empatizaran con los síntomas cognitivos, alteraciones funcionales o psicológicas y conductuales”, explica L. Manteca.
Se le ha dado mucha importancia al trabajo en equipo y multidisciplinar, para que entendieran que una persona está compuesta por muchas esferas, desde la parte física y funcional, la cognitiva, psicológica, social, conductual… es decir, son muchos los profesionales necesarios para incidir en las distintas áreas.
Desde dicha premisa se ha intentado crear un sentimiento de equipo, en el que cada profesional es sumamente importante para poder atender a la globalidad de una misma persona, con nombres, apellidos y vivencias propias, consiguiendo separar así la etiqueta de la enfermedad.
La segunda parte de la formación, enfocada a las alteraciones de conducta, se realizó a través de un role playing en el que tenían que escenificar algunas de las situaciones reales vividas más complicadas de gestionar. Al ponerse ellos en la piel de los usuarios, les fue más fácil entender por qué se producen. “La clave era ver las alteraciones como algo que nos aporta información de lo que le está ocurriendo a la persona. Al entender por qué ocurren y las necesidades de la persona en esos momentos –ya sea ir al cuarto de baño, alimentarse o manifestar un dolor que no puede expresar de otra manera– es cuando se empieza a entender la alteración como una llamada de alerta”, desarrolla E. Martín.
“Al cambiar ese enfoque es cuando se pueden afrontar de una manera distinta, entender que forma parte de su malestar les ayuda a mejorar su manera de actuar”, apunta Laura Manteca.
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